Si la vida te diera otra oportunidad y retrocedieran las manecillas del reloj, te has preguntado que profesión te hubiera gustado ejercer. Probablemente aunque te empeñes volverías a ser agente inmobiliario.
El agente inmobiliario tiene un perfil muy definido: es extrovertido y social, lo que se viene a llamar «don de gentes», esa expresión tan manida que aparece siempre en los anuncios de ofertas de trabajo, como cualidad que todo comercial debe de reunir. El agente inmobiliario es además luchador, en donde la ambición y la estima que tiene de si mismo le hace avanzar, no caer en el camino y persistir, eso que en picología se llama resilencia, que no es otra cosa que la capacidad de una persona o grupo de proyectarse en el futuro a pesar de «acontecimientos desestabilizadores». El agente inmobiliario se marca objetivos, porque cree en si mismo, tiene la autoestima muy alta, y no se entretiene con la duda de si podrá alcanzarlos. Por ultimo, su sentido de la responsabilidad y humanidad hacia el cliente le convierte en una persona que genera valor más allá de lo profesional.
Con razón los agentes inmobiliarios suelen ser personas con altos ingresos. Cumplen con los atributos que todo emprendedor de éxito tiene en su ADN.
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